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esde hace varios años
,
la econo
m
ía mundial se halla inmersa en una
profunda crisis
. S
u efecto se
m
anifiesta en el creci
m
iento del des-
e
m
pleo en los países industrializados y la intensificación de la
m
iseria
en amplias zonas del planeta. Son frecuentes y abundantes las teorías
y explicaciones de los expertos en ciencias eco
m
icas
,
que pretenden
explicar las causas y origen de este i
m
portante fenómeno
,
así co
m
o su
alcance
,
i
m
portancia y posible duración
. N
o es tan a
m
bicioso el obje-
tivo del tratamiento de este tema en este número de nuestra revista.
Además, la cuestión no es ni clara ni fácil: los propios economistas
no esn de acuerdo sobre las causas y el posible desarrollo de la crisis
,
pero principalmente sobre las disposiciones que deben aplicarse para
superar la crisis
. L
os políticos y gobernantes de las naciones
m
uestran
perplejidad e incapacidad si
m
ilares para resolver el proble
m
a
. N
uestro
texto es más un trabajo de historiador que de economista. De hecho,
estudiaremos en detalle el desarrollo de la economía capitalista
desde la gran crisis de 1929 hasta ahora.
S
in e
m
bargo
,
de nuestro texto es posible extraer una enseñanza
,
o algo
que pretende ser una enseñanza. No es otro propósito de la historia:
enseñar sobre acontecimientos pasados para inspirar acciones futuras
.
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i bien la historia no se repite
,
en el desarrollo de los aconteci
m
ientos
existe una especie de relación de causa y efecto entre ellos
. E
sa rela-
ción es precisa
m
ente la enseñanza aportada por la narración histórica.
P
or tanto
,
nuestro texto contiene alguna interpretación de la historia
,
y
ninguna interpretación histórica es neutral en un
m
undo y en un siste
m
a
económico donde confrontan las clases sociales. Nuestra postura a
priori es que la econo
m
ía debe estar al servicio de la hu
m
anidad y no al
revés. Precisamente esa formulación expresa acertadamente nuestro
desacuerdo radical con aquellos, economistas o no, que aspiran a la
conservación del capitalismo, ese sistema que es el culpable de todas
las crisis, contradicciones y podredumbre de nuestra sociedad.
Pero el hecho de que rechacemos y condenemos el actual sistema de
produccn
,
que se basa en el beneficio del capital y no en los inte-
reses de la humanidad y la satisfacción de las necesidades humanas,
no significa que exista una alternativa clara. No debemos olvidar que
la alternativa hasta ahora practicada de control y liderazgo estatal de
la economía y del proceso productivo reveló deficiencias y disfun-
ciones que hicieron que el experimento fracasara. Así pues, nos
enfrentamos a un problema que, al menos temporal y eventualmente,
parece irresoluble.
A
de
m
ás
,
aparecen nuevos proble
m
as
,
co
m
o el paulatino agota
m
iento de
las fuentes de energía y el continuo deterioro del
m
edio a
m
biente natural
,
que afectan a todo siste
m
a de producción
,
ya sea capitalista o alternativo.
Bueno, se trata de una serie de problemas que nuestra especie
humana tiene que enfrentar, y vale la pena para nosotros, que
estamos preocupados por otro problema -el lingüístico-, abordar este
importante tema con nuestra solución del Esperanto con el deseo de
contribuir de alguna manera a su solución.
Aunque nuestro ensayo económico dedica más atención a lo que
preocupa a nuestro país, intentamos encuadrar el estudio en el fun-
cionamiento de la economía mundial con la que, durante el último
siglo, la economía española estuvo cada vez más conectada.
Estrechamente vinculado a la industria moderna, el capitalismo ha sufrido numerosas
crisis desde mediados del siglo XVIII. De hecho, el capitalismo tiene una historia muy
conflictiva, llena de crisis, y esto no es una coincidencia sino un resultado de la naturaleza
del capitalismo mismo y de su funcionamiento lógico. Ese sistema económico se basa en
la propiedad privada de los medios de producción (fábricas, máquinas) y la posesión del
capital es una fuente de ganancia monetaria.
La contradicción básica de este sistema socioeconómico es que el motor o incentivo de su
funcionamiento es la consecución de renta o beneficio financiero, y sin embargo,
precisamente esa operación poco a poco desordena, daña, las condiciones que hacen que
sea posible la rentabilidad o capacidad de ganancia. Los propietarios del capital invierten
sólo en función de la posibilidad de obtener un beneficio adecuado, y se sigue invirtiendo
y produciendo en función de la rentabilidad de operaciones anteriores.
Eso significa que no se producen los bienes necesarios y la producción no se realiza
cuando es necesaria para la sociedad. El punto de referencia para determinar qué bienes
producir y cuándo producirlos es la posibilidad de ganar dinero para los inversores.
El principal crfiterio de medida de la economía capitalista son esos datos, la estimación de
beneficios o tasa de interés, es decir, la relación entre el capital invertido en la producción
y la tasa de rendimiento o interés alcanzada. Puesto que es muy importante para los
inversores alcanzar esa tasa de beneficio, su interés siempre es aumentarla tanto como sea
posible. Pero para lograr eso, los gestores de los intereses del capital inventan e
implementan estrategias que, cuando son efectivas, favorecen a ciertos empresarios en
detrimento de otros productores de los mismos bienes, pero sólo durante el período de
tiempo hasta que los competidores reaccionan y adoptan las mismas disposiciones. Ese
proceso de competencia inter-capitalista daña los cimientos del proceso de producción
porque tiende a reducir la ganancia capitalista. Esa tendencia, incluso inconscientemente,
es suicida para el capitalismo porque le lleva a destruir lo que es principal para ese
sistema: la tasa de rentabilidad. Y eso ocurre con bastante regularidad a lo largo del
tiempo en diferentes formas. Cabe señalar que las medidas aplicadas en las diversas crisis
a lo largo de más de dos siglos para restablecer la rentabilidad de la inversión fueron como
parches en el sistema que, a su vez, acaban provocando nuevas crisis.
Esa Ley de la tendencia al declive de la tasa de beneficio, como tituló Karl Marx esa
contradicción, funciona como una realidad objetiva dependiendo de la naturaleza misma
del capitalismo. Pero también hay factores subjetivos que dependen de la actividad
humana, como la lucha de clases.
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Varias veces en la historia del sistema capitalista, las crisis han generado guerras, incluso
guerras mundiales, y como resultado de ellas, fuerzas revolucionarias o anticapitalistas
han establecido alternativas económicas al sistema capitalista. En cualquier caso, más allá
de la objetividad e inevitabilidad de las crisis, cada crisis se manifiesta de manera
particular y específica y tiene su propia historia en la que también intervienen los factores
subjetivos.
E
so significa que si bien las crisis son inevitables por la naturaleza del siste
m
a
,
sus for
m
as y
resultados son
,
debido a la co
m
plejidad de la sociedad y sus nu
m
erosos actores
,
i
m
predecibles
.
A
sí, habiendo constatado que el funcionamiento del proceso de producción capitalista
corroe continuamente la propia base de su rentabilidad al provocar crisis periódicas,
podemos observar que además del período normal de duración de cada crisis (período de
prosperidad con su posterior recesión) también hay crisis de larga escala que abarcan fases
sucesivas completas de expansiones y recesiones económicas. Queremos mostrar que
desde la gran crisis del año 1929 hasta la actualidad ha habido dos de esas crisis de larga
escala, y en este estudio, a lo largo de las páginas siguientes, estudiaremos con suficiente
detalle esos dos períodos que, si bien distinguibles, tienen entre ellos suficiente relación.
El punto medio entre ambos períodos fue, como se supone, la Segunda Guerra Mundial.
Insistimos en que el proceso que realmente ocurrió no es mecánico, predecible, es decir,
en la historia no hay determinismo, ni automatismo (intenten adivinar o anticipar el texto
del título de los periódicos que se publicarán en un año, en diez os...). Incluso si existen
ciertos elementos esenciales y bien conocidos, como la tendencia capitalista a socavar las
bases de su existencia, el desarrollo y la evolución futura del sistema no pueden predecirse
ni anunciarse de antemano. Los procesos de crisis de larga escala son resultado no sólo de
las características objetivas e inmutables de la dinámica capitalista sino también de
factores y fuerzas que no dependen únicamente de la lógica del capital. Esta gica tiene
una especie de autonomía y su efecto predecible tiende a la destrucción del beneficio, pero
sin embargo la tendencia también está influenciada por las circunstancias y actores de
cada momento histórico, entre ellos, y sobre todo, la lucha de clases.
Como mucho, se puede identificar la relación económica entre la culminación de alguna
fase expansiva de un período de larga escala y la siguiente caída de la recesión. Pero
incluso en ese caso, también entran en juego otros factores influyentes, como la lucha de
clases presente en todo tiempo y lugar, que a menudo determina el resultado y el
desarrollo posterior del proceso. Pero no se conoce ningún elemento o mecanismo
concreto que necesariamente provoque la llegada de una fase expansiva que ponga fin a la
crisis de recesión en el marco de un período de amplia escala. Siempre que se produjo este
tipo de recuperación del sistema capitalista fue resultado de circunstancias económicas
externas como guerras, descubrimiento de nuevas fuentes de riqueza o energía,
introducción de nuevos territorios en el mercado global, cambios políticos o sociales...
Por tanto, podemos denunciar la irracionalidad y la explotación del sistema capitalista,
pero nada nos permite anunciar la inevitabilidad del colapso del capitalismo y el
establecimiento del socialismo. El socialismo, si llega, será el resultado de la actividad
humana consciente y de la lucha organizada de muchas personas, no de algún mecanismo
automático de funcionamiento económico.
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La Gran Depresión fue una importante crisis económica mundial que se produjo duran-
te la década anterior a la
S
egunda
G
uerra
M
undial. Su inicio se ubicó en Estados Unidos
y posteriormente se extendió a todos los países industrializados. Cuando terminó la
Primera Guerra Mundial, la industria de Estados Unidos representaba casi el 50 por
ciento de la producción mundial. Ese país creó un nuevo estilo de vida: el estilo de vida
americano. Este estilo de vida se caracterizó por un gran aumento en la compra de auto-
móviles y todo tipo de productos industriales. Pero Estados Unidos sufrió una gran
depresión en el año 1929, cuando se produjo una terrible crisis que alcanzó al mundo
entero. La bolsa de Nueva York se desplomó en dos sesiones dramáticas cuya impor-
tancia y cuantía no se supo entonces ni después: el llamado Jueves Negro (24 de octu-
bre de 1929) y el llamado Martes Negro (29 del mismo mes). Debido al desplome del
precio de las acciones, muchos inversores perdieron en pocos días su dinero, que en
muchos casos habían pedido prestado a los bancos y, por tanto éstos no podían
devolverlo a sus depositantes.
Elnico causado por estos procesos se extendió rápida
m
ente por todo el
m
undo y afec a
todos los países, ya fueran ricos o pobres
. E
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stados Unidos el desempleo aumentó al
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por ciento y en algunos países llegó hasta el
33
por ciento. Los sectores de la producción
sobre los que
m
ás afectó la crisis fueron la industria pesada
,
la construcción y la agricultura.
Esta fue la primera crisis pura del capitalismo, la crisis de sobreproducción. Los
elevados tipos de interés de Estados Unidos, unidos a una política deflacionaria,
encaminada a vender los excedentes del comercio aparecidos tras la guerra y la crisis de
1921, y a evitar la salida de capitales, atrajeron a las Bolsas americanas inversiones de
por todo el mundo. De esto resultó un período de especulación financiera que alcanzó
proporciones enormes. El precio de las acciones era mucho más alto que su valor real y
se crearon empresas falsas sólo para comprar y vender acciones.
Al mismo tiempo, la mejora de la capacidad de producción del sistema fordista
aumentó la cantidad de productos. Se ofreccrédito ilimitado para permitir las ventas
y el consumismo fue estimulado por la propaganda, pero la oferta todavía estaba muy
por encima de la demanda y el mercado permaneció saturado.
La escuela económica neoclásica, que entonces era la única teoría económica
alternativa a la teoría marxista, decía que la economía es la ciencia de la escasez. Por
tanto, no existían teorías adecuadas para el exceso de producción.
Así, la primera empresa inglesa quebró y el capital inglés fue rápidamente retirado de la
Bolsa de Nueva York el 24 de octubre de 1929, el jueves negro, el día más fatal de la
historia del capitalismo. Se sacrificó una cantidad demasiado grande de acciones y sus
precios cayeron. El sindicato de banqueros y el gobierno de Estados Unidos
intervinieron, pero la deflación de los precios de las acciones se volvió irreversible. A
esta crisis financiera se le sumó otra económica, artículos y productos tropicales (café,
caucho, algodón) perdieron demanda, inmediatamente después esos sectores
económicos se vieron afectados. Esa quiebra no sólo redujo las ganancias, sino que
también redujo el poder adquisitivo y, en consecuencia, redujo el empleo. El comercio
económico también entró en recesión y aumentó las ventas internacionales de la
producción estadounidense.
La quiebra de muchas empresas y la falta de inversión hicieron que la crisis se
prolongara durante mucho tiempo. La banca fue el sector más afectado por la crisis. El
crash de la Bolsa de Nueva York provocó también la retirada de capitales
estadounidenses invertidos en el extranjero, y la crisis de confianza hizo que los
inversores privados cancelaran sus depósitos bancarios y compraran oro. Esto provocó
una crisis del crédito. En mayo de 1931, el principal banco austriaco, controlado por la
familia Rothschild, quebró: el crédito a las empresas de Europa central, que también
quebraron, desapareció. El hecho de que la familia Rothschild fuera judía aumentó el
sentimiento contra los judíos en Europa.
De 1929 a 1932, Estados Unidos perdió el 55 por ciento de su capacidad de trabajo. El
gobierno intentó crear nuevo empleo público y ampliar la protección social. Alemania
dejó de pagar sus deudas por reparaciones de guerra a Francia y Gran Bretaña, que a su
vez dejó de pagar sus deudas a Estados Unidos. Una de las causas de la expansión de la
crisis fue el drástico colapso del comercio internacional, cuyas pérdidas alcanzaron dos
tercios del valor alcanzado justo antes del comienzo de la depresión. Ese desastre en el
comercio mundial tuvo un efecto mayor en aquellos países cuyas economías estaban
abiertas a las divisas. Y el efecto, además de intenso, también fue duradero, en el año
1938 el valor del comercio global estaba todavía por debajo del alcanzado en el año
1939, antes del inicio de la crisis. En los años que siguieron a la caída del mercado de
valores, los capitales, principalmente estadounidenses, invertidos en países extranjeros
regresaron. Esto fue especialmente desafortunado para los países más endeudados,
debido a su dependencia del flujo de capital extranjero, lo que provocó graves
problemas financieros.
El gobierno estadounidense intentó proteger la industria nacional de la competencia
extranjera imponiendo los impuestos más altos a las importaciones de bienes extran-
jeros
. E
n respuesta
,
otros países au
m
entaron los aranceles sobre las i
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1929
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m
undial sufrió una cda del
62
por ciento
.
En 1932, Estados Unidos eligió presidente a Franklin Delano Roosevelt. Él propuso el
New Deal, una plataforma de programas gubernamentales para estimular y revitalizar
la economía. New Deal (Nuevo camino) fue un conjunto de acciones encaminadas a
superar la crisis. El New Deal se inspiró en las ideas del economista inglés John
Maynard Keynes. Gran Bretaña y Francia también intervinieron en sus respectivas
economías y escaparon de los peores efectos de la depresión. Al mismo tiempo, la
Unión Soviética creó los planes quinquenales.
En Alemania la depresión provocó una inflación muy alta y una crisis económica.
Cuando los nazis tomaron el poder político, Adolf Hitler aplicó medidas para neutral-
izarla aumentando el ejército para absorber a los desempleados y comprando armas a la
industria nacional, que de esta manera aceleel crecimiento.
La depresión terminó sólo en el año 1939, cuando comenzó la Segunda Guerra
Mundial, que destruyó el excedente de producción en la economía mundial.
L
a
S
egunda
G
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M
undial co
m
o solución a la crisis econó
m
ica de
1929
En los períodos de crisis, todo capitalista pretende eliminar la competencia del resto de
los capitalistas de la misma rama de producción buscando nuevas zonas de explotación.
¿Cómo se llega a nuevas áreas de explotación? A través de la conquista. Alemania tenía
la intención de conquistar el mundo, Estados Unidos tenía la intención de conquistar el
mundo, ambos se prepararon bien. Y los pequeños imperialistas pretenden sacar
provecho de todo esto. El capitalismo puede gestionar la crisis sólo mediante una
guerra general. Esa amenaza se cierne sobre los pueblos de todo el mundo. La pregunta
para el pueblo es si estará de acuerdo en que el capital solucione la crisis mediante una
nueva Guerra Mundial. La falta de una alternativa no capitalista y de una reacción
popular que apunte a transformaciones profundas permite la aplicación de una solución
militar para afrontar la crisis. Luego engañaron al pueblo con una gran mentira. En ese
momento se declaró que los estados no intervendrían en la economía, pero luego
inmediatamente intervinieron y nacionalizaron el sector bancario. En Alemania,
Heinrich Brüning (católico), que gobernó de 1930 a 1932, de hecho nacionalizó los
bancos (que Hitler luego devolvería a los banqueros, sin cargo, en 1933-34). Y el
Estado asumió el coste de una gran serie de sectores económicos.
Los gobernantes de aquella época reaccionaron exactamente de la misma manera que lo
hacen hoy, protegiendo al gran capital y oprimiendo a las masas populares. El "New
Deal" (plan de recuperación económica del presidente americano Roosevelt entre los
años 1933 y 1938) en los Estados Unidos se caracterizó, por un lado, por una consi-
derable financiación por parte del Estado que pesaba sólo sobre los contribuyentes, y
sobre por otro lado, por la preparación de la guerra. También cabe mencionar que lo
que salvó a Estados Unidos de la crisis no fue el New Deal, sino la guerra. En 1945
ya se habían movilizado más de 12 millones de personas. Esto requirió transportarlos,
alimentarlos y equiparlos a expensas de los ingresos públicos del Estado. La industria
se recuperó a los niveles anteriores a la crisis. ¿Nuestra generación disfrutará de una
solución militar similar para salir de la crisis en la que nos ahogamos ahora?
El período comprendido entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la crisis que
comenzó en 1974 fue el período más largo de prosperidad económica ininterrumpida en
la historia del capitalismo hasta la fecha. Ese período de treinta años fue llamado la
edad de oro del capitalismo. Por supuesto, el progreso y la sociedad de consumo que
caracterizaron esa época se disfrutaron sólo en los países desarrollados o altamente
industrializados. De hecho, en la mayoría de los países del mundo se han creado las
condiciones para la persistencia del subdesarrollo y el atraso. Y en los propios países
ricos no faltaron guetos e islas de miseria o zonas deprimidas.
En cualquier caso, en los primeros años después de 1970, el resultado de la contradic-
ción básica del capital comenzó a manifestarse: el rendimiento de la inversión en los
países desarrollados estaba disminuyendo. El capital invertido no lograba generar el
beneficio que haría interesante seguir invirtiendo. Fueron los primeros síntomas o seña-
les que anunciaban el cese del funciona
m
iento de un siste
m
a productivo que había expe
-
rimentado ese período extraordinariamente largo de crecimiento económico continuo.
Pero ¿qué hizo posible el surgimiento y la persistencia de ese período excepcional, al
que algunos economistas asignaron el nombre de fordismo? Como se dijo, comenzó
después del final de la Segunda Guerra Mundial. Ese conflicto devastó a Europa y
confirmó o marcó definitivamente la supremacía estadounidense a escala mundial.
Para el verdadero ganador de esa guerra, la superpotencia estadounidense, no era
interesante que Europa volviera a caer en un estado de subdesarrollo similar al de
África o al de la Edad de Piedra; la gente de este tipo de sociedad no consume
productos industriales americanos. La ayuda americana a través de proyectos como el
Plan Marshall, contribuyó a la recuperación de la industria y la economía europeas,
siempre en dependencia de la potencia americana. Algo similar ocurrió en el derrotado
Japón. La masiva inversión de capital estadounidense en esos países permit la
formación de un mercado capitalista altamente industrializado que fue el escenario de
esa larga expansión económica. Es necesario prestar atención a otra característica
importante de la sociedad que se formó entonces. Como resultado de la Guerra Mundial
surgió también otra potencia que se fortaleció con la victoria sobre los fascismos. La
Unión Soviética comunista, con su control sobre algunos países de Europa del Este, fue
un referente para los trabajadores de los países capitalistas y sus organizaciones
sindicales como alternativa de una economía más social y no capitalista. Ante ese
desafío, el capitalismo se vio obligado a hacer grandes concesiones a la fuerza laboral
de esos países para que los trabajadores no se sintieran inclinados a una revolución
social destinada a poner fin al orden social burgués.
En lo que tiene relación con el modo de vida de las amplias masas de ese bloque
capitalista en su momento, ese sistema recibió los nombres de “sociedad de confort” y
“sociedad de consumo”. Sus características son: paz social, interclasista (antagonismo
casi nulo entre la clase obrera y los capitalistas, ausencia -o casi- de huelgas...), pleno
empleo, un nivel de consumo relativamente alto, existencia de algún grado de control
estatal del proceso de producción y una potente mejora pública, estatal, general de las
condiciones de vida de los trabajadores en los países desarrollados con servicios
sociales en relación a la salud, la educación, las pensiones de las familias trabajadoras,
una larga duración de alguna dinámica de crecimiento económico estable y potente. En
efecto, esa fórmula, que los economistas llamaron keynesianismo, aparentemente
permitiría una especie de desarrollo capitalista armonioso: el enorme desarrollo de la
producción coexistía con el avance de importantes conquistas sociales para los
trabajadores. La intervención estatal aparentemente garantizó el fin de las crisis
periódicas. Mientras tanto, el crecimiento de los salarios por encima de la
productividad, el consumo de las masas y el aumento del gasto público parecían no sólo
posibles bajo el capitalismo sino también necesarios para su desarrollo.
Esas décadas de progreso económico se vieron repentinamente interrumpidas a finales
de los años 70. De hecho, a pesar de que se la llamó crisis del petróleo y el aumento
del precio del petróleo en ese momento fue bastante significativo, el título no es del
todo correcto. Las deficiencias de la supuesta armonía entre keynesismo y capitalismo
son de naturaleza más profunda. Y, de hecho, los primeros signos se dieron antes del
aumento del coste del petróleo. En Alemania Occidental, la primera recesión de la
posguerra comenzó en 1968-69. La disminución de la tasa de interés de las inversiones
de capital se inició en 1971; el desempleo aumentó y el comercio internacional
disminuyó. En la primavera de 1970 se produjeron crisis bursátiles en algunos países y
su dinero se devaluó. En este contexto de la grave crisis de 1973 se produjo el aumento
de los precios internacionales de algunos productos básicos: trigo, algodón, cobre... y
finalmente vino el mencionado aumento del precio del petróleo.
Al igual que ahora, las autoridades de la época y los medios de comunicación
prefirieron no reconocer la crisis y trataron de calificarla con etiquetas que ocultaban la
verdadera naturaleza del problema, es decir, que la causa de la crisis son las
contradicciones y el funcionamiento del propio sistema. Un análisis más profundo de
esa crisis muestra que hubo serios problemas que dificultaron el proceso de
acumulación capitalista. De hecho, esa crisis mostró el fin del keynesianismo como
fórmula concreta de gestión capitalista. En realidad, el origen de la crisis fueron los
problemas de renta que empezó a sufrir el sistema capitalista a finales de los años 70.
Son dos las causas que explican ese progresivo deterioro del ritmo de producción.
Primero, la contradicción capitalista de la tendencia de ese sistema a arruinar la
generación de plusvalía. Durante los años 60 se produjo el agotamiento de la ola
tecnológica iniciada tras la Segunda Guerra Mundial, basada en el progreso de la
industria electrónica, del plástico, de la aeronáutica, de la química y de los consumibles
duraderos. Una vez que los mercados están saturados, la expansión de la producción ya
no puede basarse en el alcance de la producción sino en la diversidad y calidad de los
productos, lo que provoca la disminución de las ganancias. Además, en algunos países
la carrera armamentista y la investigación conexa consumieron cada vez más gasto
público en detrimento de la industria civil. En esas circunstancias, a finales de los años
70, el aumento en la estimación de acumulación no generó un nuevo y paralelo
aumento en la estimación de ganancia, apareciendo entonces el fenómeno de la sobre-
inversión de capital y la posterior caída de la tasa de interés del capital. La caída de esa
tasa de interés fue del 25 por ciento en Europa entre 1966 y 1980, y de más del 30 por
ciento en Estados Unidos.
La otra causa del progresivo deterioro de la rentabilidad de la producción fue que las
fuerzas sociales contribuyeron a llevar el capitalismo a su límite. Al fin y al cabo, a
esos elementos específicamente económicos que hemos descrito, hay que añadir
también algún factor básico: la lucha de clases. La relación salarial fordista se basaba
en alguna fórmula de remuneración del trabajo vinculada a la productividad. Este
sistema posibilitó un consumo integral y general de la población de acuerdo con los
procesos productivos estandarizados, la institucionalización de la negociación colectiva
y el fortalecimiento de los sindicatos.
A lo largo de la década de los años 60, el nivel de conflictividad laboral y social se
intensificó. Los sindicatos, conscientes de su fuerza, actuaron militantemente: boicots,
indisciplinas organizadas, huelgas... Pero, al margen del movimiento obrero, en aquella
época apareció en otros sectores sociales una discusión sobre algunos valores básicos
del capitalismo: disciplina, autoridad, jerarquía... Algún símbolo de ese fenómeno fue
el desorden de mayo de 1968 en Francia. En ese contexto de fuertes organizaciones
sindicales y militancia obrera, el crecimiento de los salarios en Estados Unidos y
Europa fue posible gracias a la super-explotación de los trabajadores del resto del
planeta. Además de los salarios, también los impuestos fiscales para el sostenimiento de
la sociedad de confort contribuyeron a perjudicar la rentabilidad del capital invertido.
Si no se consigue rentabilidad, no se invierte el capital. La reducción de la inversión
perjudica a su vez el beneficio obtenido, de tal manera que ambos procesos tienen un
efecto retroactivo del uno sobre el otro.
Como consecuencia de todo esto, los países desarrollados dejaron de crecer salvo
situaciones muy especiales como la de Estados Unidos en los años 90 pero creando
situaciones que eventualmente explotan. Mientras tanto, el desempleo superó una
estimación del 8 por ciento y se convirten un fenómeno estructural, desde entonces
no ha habido más pleno empleo. Hay colectivos concretos que sufren el desempleo con
mayor intensidad que el resto; es el caso de los jóvenes y de las mujeres.
E
n un intento desesperado de recuperar la rentabilidad
,
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una ofensiva ideológica
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dores de la política liberal que quedó muy desacreditada después de la depresión de 1929.
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ción de las e
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presas públicas
,
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,
no regulada o irregularidad de las relaciones
económicas, y en tercer lugar, una apertura integral hacia el capital y los bienes.
La necesidad de recuperar la rentabilidad del capital privado provocó la búsqueda de nue-
vos espacios económicos, nuevos terrenos donde sería posible obtener ganancias. Como
consecuencia de eso, hubo una serie de privatizaciones o desnacionalizaciones de sectores
de producción rentables que hasta entonces habían sido controlados por los Estados. Las
empresas no rentables nunca fueron privatizadas a menos que se sanearan a expensas de
los Estados. Bajo el control público del estado, se encontraban, en general, los sectores
estratégicos de producción como transporte, energía, compañías de telecomunicaciones...
que se habían establecido gracias a una gran inversión blica en años anteriores y que
sirvieron como apoyo de la acumulación de capital privado en otros sectores. Junto con
estos sectores de producción, también se privatiuna serie de servicios públicos esen-
ciales: salud, educación... que eran el fruto de las pasadas conquistas sociales de la lucha
de los trabajadores.
Todos estos sectores eran altamente deseables para el capital privado como fuentes de
nuevas ganancias porque no corrían el riesgo de bancarrota porque eran esenciales. De
hecho, el negocio era seguro en terrenos como la energía, salud, transporte, educación... y
tampoco corren el riesgo de competencia porque anteriormente eran monopolios estatales
y se hicieron monopolios privados con una entrada difícil de nuevos competidores. En
este sentido, la privatización de las empresas públicas constituía un verdadero saqueo del
tesoro público, estatal, además considerando que a menudo se hizo eso con grandes dosis
de corrupción política y clientelismo lejos de todo el control democrático efectivo.
Ya que las contradicciones esenciales del capitalismo provocan la disminución del
beneficio del capital, se hizo necesario cancelar las diversas barreras y regulaciones
legales que el sector público había impuesto a la lógica del capital y que eran necesarios
para no caer en los errores que llevaron a la gran Depresión de 1929, y otros que fueron
fruto de las conquistas sociales de la clase laboral. Esto está relacionado con los servicios
sociales, los precios regulados... De esta manera la política neoliberal, buscando el
beneficio a corto plazo aumenta las contradicciones a largo plazo.
Las reformas sucesivas del mercado laboral tenían como objetivo reducir la capacidad
organizativa de la clase laboral y, como resultado, aumentar el beneficio de capital en per-
juicio de los salarios y los derechos que los trabajadores y sus fa
m
ilias disfrutaban anterior
-
mente. De hecho, cediendo a la ofensiva política e ideológica de las clases dominantes, los
diversos gobiernos fueron eliminando gradualmente las conquistas históricas que habían
fortalecido la capacidad de negociación de los asalariados: se diseñaron formas de contra-
tación que facilitan el despido de los trabajadores. Las compañías comerciales intermedias
estaban legal
m
ente per
m
itidas
,
los subsidios se redujeron debido al dese
m
pleo y se llevaron
a cabo presiones políticas para la reducción de los salarios. El resultado de todo esto fue
una derrota i
m
portante tanto social co
m
o política de la clase trabajadora
,
y luego dis
m
inuyó
la capacidad de lucha de los trabajadores y la co
m
batividad de los sindicatos
. M
uchos tra-
bajadores buscaban soluciones individuales no solidarias a su proble
m
ática y hubo un viraje
general a la derecha.
Posteriormente, a partir de estas reformas, se lograron implementar cambios en las formas
organizativas de producción, co
m
o la dislocación de la producción, es decir, el traslado de los
centros de producción a países con
m
enores costos en relación a los salarios y la preser-
vación del
m
edio a
m
biente natural
. C
abe
m
encionar ta
m
bién la práctica de la subcontrata-
ción
,
es decir la externalización de procesos productivos e incluso funciones de gestión
ad
m
inistrativa de los negocios que antes se realizaban dentro de los propios negocios
. Y
a eso
se suman for
m
as de contratación y esti
m
ulación individual en las que los trabajadores
quedan cada vez
m
ás sufriendo for
m
as de contratación
m
uy ines-tables e inestables
,
lo que
perjudica enor
m
emente la capacidad organizativa de la
m
ano de obra.
Todo esto, que resulta dañino para los salarios directos, unido al deterioro de los servicios
públicos y los programas de seguridad social, ha hecho que el mero hecho de conseguir un
trabajo a tiempo completo suponga salir de la pobreza, un privilegio del que disfruta un
porcentaje muy reducido de trabajadores incluso en los países ricos. El mero de
trabajadores excluidos de esta forma de trabajo ha aumentado continuamente en los
últimos años. Si bien en el corto plazo esto significaría una mayor plusvalía y mayor tasa
de interés para el capital, a su vez genera nuevos problemas como el deterioro del poder
adquisitivo de amplios estratos sociales y el endeudamiento extremo de las familias
basado en créditos baratos que -como lo demuestra la crisis contemporánea- no puede
seguir resolviendo esa contradicción.
Por otro lado, debido a la relación del capital financiero con el capital industrial en el con-
texto de la crisis de las tasas de interés, el programa neoliberal transforma radicalmente el
terreno financiero, convirtiéndolo en un espacio propicio para la consecución de tasas de
interés elevadas y rápidas. De hecho, ya se puede decir que la producción es sólo uno de
los factores de aumento del valor de los grandes grupos industriales. Ante la imposibilidad
de encontrar un marco estable de acumulación y rentabilidad en el ámbito de la produc-
ción, el capital industrial fluyó hacia la especulación financiera, mucho más rentable. Allí
se obtienen ganancias que no están destinadas a la producción. Ante la imposibilidad de
crear nuevos campos de producción, el capital especulativo busca maneras de apropiarse
de partes ajenas, es decir de otras empresas y de la clase obrera, y para ello utiliza el sector
financiero para llevar a cabo este saqueo de la conjunto de riqueza distribuida.
Primero, se liberalizaron los sistemas financieros. Esto era absolutamente necesario porque
la especulación basada en los precios financieros se convierte en una fórmula para obtener
ganancias mediante la simple compra y venta de valores financieros. Además, los sistemas
financieros del país se abren a los flujos internacionales de capital. Bajo el pretexto de que
los capitales fluyen hacia los países con mayor necesidad de inversión, en realidad el libre
flujo transnacional de recursos financieros provoca repentinas entradas y salidas especula-
tivas de capitales que destruyen los planes económicos de los países que atraen seriamente
el interés de los especuladores poniendo en peligro la producción de esos países.
A
de
m
ás
,
el proceso de liberalización del capital financiero llevó a la concentración de fondos
en unos pocos bancos, grupos industriales, compañías de seguros, fondos de inversión... La
generación de capital ficticio es continua y el beneficio obtenido se destina, principal-
m
ente, a la especulación sobre cualquier valor: acciones, divisas, créditos hipotecarios… y a
raíz de ello se forman burbujas especulativas que tarde o temprano estallarán fracasando
ante una economía cada vez más global. En este sentido, la política neoliberal fue una
continua fuga hacia adelante que desestabiliza cada vez más el sistema y aumenta enorme-
mente las diferencias, pero no contribuye en absoluto a la creación de un nuevo ciclo de
desarrollo económico estable.
E
l neoliberalis
m
o se opone a la doctrina keynesiana en otras áreas importantes, por ejemplo,
en la
m
ateria fiscal
,
lo público
,
la intervención estatal que per
m
itiría algún tipo de redistribu
-
ción de la riqueza, acceso a algunos servicios públicos y nivel de consumo para amplias
capas de la población. El neoliberalismo ha transformado la noción de presupuesto, tanto
por el lado de los ingresos como por el de los gastos, provocando incluso una redistribución
inversa de los ingresos. Cualquier ofensiva encaminada a reducir los impuestos directos vin-
culados a las rentas libera gradualmente rentas a las clases propietarias con el pretexto de
facilitar la reinversión en la producción para crear empleos, lo que nunca sucede, y reduce
los recursos destinados a apoyar la política social. Además, el gasto público se orienta
cada vez más al apoyo de formas de producción vinculadas al interés privado a través de
infraestructuras, subvenciones e investigaciones de aplicación industrial, es decir, inversión
blica al servicio del beneficio privado. Al mismo tiempo, los impuestos no directos consti-
tuyen la
m
ayor parte de los ingresos públicos
m
ientras se agota la fuente de financiación co
m
o
resultado de la venta de e
m
presas públicas cuando ya no hay industrias públicas vendibles.
P
or otro lado
,
los grandes grupos e
m
presariales se han orientado hacia políticas que les per-
m
itan cierta intervención en el control de los mercados. La concentración de empresas, con
base internacional, creció a raíz de adquisiciones y fusiones iniciadas a mediados de los
os 80. Gran parte de los recursos financieros se destinaron a estas operaciones. Los valores
liberales de libre competencia, desregulación, capacidad de decisión del mercado... en reali-
dad
,
lo apuntan a la for
m
acn de oligopolios y
m
onopolios por parte de las grandes e
m
pre-
sas
,
lo que, al final, deja en pocas manos el control sobre cosas muy importantes como los
precios de lo que uno vende y compra. Cada concentración de negocios constituyó, además,
una herramienta más para restaurar la rentabilidad del capital, permitiendo economías de
escala y sinergias corporativas, así como la eliminación de empleos superfluos. Cada fusión
de empresas crea una gran cantidad de trabajadores desempleados.
L
a ofensiva neoliberal
,
enca
m
inada a lograr el
m
ayor beneficio, se basó también en la aper
-
tura, es decir el acceso a nuevos mercados, el uso de nuevos recursos, nuevos espacios de
negocio y ta
m
bién cierto control de la energía y de las
m
aterias pri
m
as, y la búsqueda de una
solución a la sobreproducción. La apertura financiera y comercial se fue implementando
paulatinamente bajo la guía de los países imperialistas, ya sea directamente o a través de los
organis
m
os internacionales
:
F
ondo
M
onetario
I
nternacional
,
B
anco
M
undial
,
O
rganiza-
ción Mundial del Comercio
... e incluso mediante presiones militares. Tenía como objetivo
la apropiación de materias primas y fuentes de energía a bajo costo, y la salida de bienes
destinados a mercados no saturados.
Sin embargo, lo que resultaba ser una solución a la crisis de sobreacumulación y sobre-
producción tenía sus límites
. N
o se puede sostener indefinidamente ninguna apertura per
m
a
-
nente
. H
oy, la economía ya es verdaderamente global. Además, la internacionalización de la
economía amplifica el impacto de la crisis a nivel global. Las llamadas economías emer-
gentes
: C
hina, India, Brasil, Rusia... experimentaron hasta ahora un crecimiento industrial
considerable gracias a que fueron capaces de ofrecer al mercado capitalista una mano de
obra más barata que la de los países altamente industrializados, pero aún así no lograron
salir de la situación económica internacional en relación con la crisis.
E
l neoliberalis
m
o es una ofensiva econó
m
ica
,
ideológica
,
social y política, a escala global, contra el bienestar, el
poder adquisitivo y los derechos sociales de la clase
trabajadora y los pueblos.
Hemos visto que la ofensiva neoliberal emprendida por los gobiernos, sean de derecha o de
izquierda
,
durante los últi
m
os treinta os
,
tenía co
m
o objetivo la liberalización y desregula-
ción de la esfera financiera
. Y
nuestro estudio demostró que esa política, buscando tasas de
interés a corto plazo, creó las condiciones para una crisis futura de largo plazo. La crisis era
inevitable
,
pero qué sector de la produccn sería el punto de quiebre era una cuestn coyun
-
tural
. E
l hecho de que el punto de ruptura del siste
m
a se concretara en el sector de la construc
-
ción dependió de que
,
de hecho
,
en todo el
m
undo
,
el sector productivo de la construcción de
viviendas fue el últi
m
o refugio del capital que había abandonado otros terrenos econó
m
icos
cuando el tipo de intes dis
m
inu o desaparec por co
m
pleto en ellos
. E
fectiva
m
ente
,
desde
hacía algún tie
m
po la construcción de nuevas casas
,
chalets
,
aparta
m
entos
,
urbanizaciones
...
generaba beneficios a sus empresarios. Estos, a menudo mediante sobornos, obtenían de las
autoridades
m
unicipales terrenos disponibles para construir
. M
ientras tanto
,
los bancos hacían
negocios prestando dinero a los constructores y co
m
pradores de aparta
m
entos
. E
n definitiva
,
el sector de la construcción y todo lo que mueve se convirtió en objeto de especulación. Se
creó la burbuja de la industria de la construcción. Y el destino inevitable de toda burbuja
es estallar tarde o temprano. Veremos cómo se llegó a esta situación.
Como se dijo, el esquema económico keynesiano, universalmente aceptado durante algunas
cadas después de la
S
egunda
G
uerra
M
undial
,
generó la llamada
sociedad de confort
que
,
sin e
m
bargo
,
no fue universal sino una característica específica de los países alta
m
ente indus
-
trializados
, m
ientras que en el bloque socialista se
m
anifestó a través del control econó
m
ico
del estado que garantizaba la cobertura de las necesidades
m
ás sicas a grandes
m
asas
. E
l resto
de los pueblos del mundo, que recibieron en ese co ntexto el nombre de Tercer Mundo,
quedaron alejados de todos los beneficios de la economía mundial, a cuya riqueza muchos de
ellos contribuyeron con materias primas y minerales que les fueron robados por la fuerza de
las potencias i
m
perialistas. Los pueblos y la clase trabajadora de los países donde se aplicó
la doctrina keynesiana se conformaron con disfrutar de su situación y no hicieron nada
para implementar una revolución global destinada a la liberación de toda la humanidad.
Tuvieron que pagar por esa traición a su tarea histórica y la hora del castigo llegó con el
fin de la sociedad de confort y el colapso del bloque socialista por la ofensiva neoliberal.
La regulación keynesiana que había sometido las finanzas durante las décadas anteriores a las
necesidades de la producción fue conscientemente derribada por los gobiernos de los países
industriales bajo la dirección de Estados Unidos y Gran Bretaña y las organizaciones inter-
nacionales controladas por esas potencias. Los mercados financieros se han convertido por
mismos en una fuente aparentemente ilimitada de ganancias. Desde los os 70 se ha pro-
ducido un crecimiento colosal del negocio financiero, que se ha desvinculado cada vez más
de la dinámica de la economía de producción.
Concretamente, desde 1980 la acumulación de ganancias del capital se produce principal-
mente a través de canales financieros en lugar de a través de la producción y el comercio
de bienes. Se puede decir que la recuperación del tipo de interés del capital se produce
concretamente en la recuperación del capital financiero. De esta manera, la valorización
del capital se produce en una esfera separada, sin conexión con la producción y sin
conexión alguna con la financiación de la producción, lo que estimula la formación de
burbujas especulativas. Los títulos activos eran riqueza ficticia en relación con la riqueza
real expresada por las variables económicas: inversión corporativa, comercio inter-
nacional, nivel de reservas globales... Otro indicador del crecimiento de la burbuja especu-
lativa son los mercados de valores: por ejemplo, entre los años 2002 y 2007, cuando la
producción real había crecido a escala mundial entre un 3 y un 4 por ciento, los valores
bursátiles estaban sobrevaluados cada año entre un 15 y un 25 por ciento.
Sin embargo, como afirman acertadamente K. Marks y Keynes, la acumulación de capital
ficticio sin conexión con la base de la actividad productiva tiene límites obvios. El bene-
ficio extraído de las operaciones especulativas desaparece repentinamente como humo
cuando los compradores de los valores financieros: acciones, divisas, edificios... perciben
que su desconexión con el valor real hará imposible vender a esos precios, condición
necesaria para que la operación sea rentable. Por lo tanto, tarde o temprano todas las
burbujas especulativas estallan, los precios se reconectan con el valor real de los objetos
de especulación y su valor ficticio desaparece como el humo. Esto nos enseña que la
rentabilidad que la ofensiva liberal logra recuperar no es la de la dinámica de producción
sino sólo la vinculada a la actividad financiera, que a su vez, como hemos visto, depende
del proceso de generación de burbujas financieras de especulación. Por eso, la ofensiva
neoliberal contra las conquistas de los trabajadores, por un lado, no puede dejar de actuar
como una limitación permanente, incapaz de sostener ilimitadamente el proceso de
valorización del capital incluso exigiendo cada vez más daño a las condiciones de vida de
los asalariados, y por otra parte, ese proceso siempre va ligado a la proliferación de crisis
financieras como consecuencia del estallido de burbujas especulativas.
La explosión de la burbuja bursátil que tuvo lugar en 2000-2001 hizo que una gran parte
de los inversores de capital buscaran refugio en el sector productivo de la construcción. A
ello también contribuyó el enorme exceso de dinero gratis en busca de intereses debido a
la tendencia de los bancos a prestar a empresas y familias. Así, a la explosión de la
burbuja bursátil en los años 2000-2001 le siguió la formación de una nueva burbuja
especulativa, también a escala internacional, pero esta vez basada en una necesidad básica
como es la de vivienda. En Estados Unidos, la burbuja del mercado inmobiliario fue
enorme y también lo fue el endeudamiento de las familias en ese sentido: los bancos
dirigieron el exceso de dinero libre a la contratación masiva de créditos, incluso créditos
hipotecarios a familias pobres y sin propiedades. Estas hipotecas de alto riesgo estaban
avaladas por el valor intrínseco de las viviendas adquiridas, que se revalorizaban
continuamente debido a la dinámica especulativa existente entonces en el mercado
inmobiliario. A su vez, este incremento en el valor de la casa permitió renegociar
hipotecas en alza de tal manera que las familias utilizaron este aumento para financiar este
tipo de gastos de consumo: coches, la universidad de los hijos... En los bancos
americanos, las hipotecas de alto riesgo representaban el 10 por ciento de los nuevos
créditos en el año 2000 y seis años después ese porcentaje se duplicó. Cuando las familias
más pobres de Estados Unidos ya no pudieron hacer frente a los pagos del capital y los
intereses de los préstamos recibidos, los inversores comenzaron a percibir el abismo
existente entre el valor ficticio de sus papeles y el valor real de las casas y edificios
representados. Sin embargo, el efecto de la explosión de la burbuja de la industria de la
construcción desde agosto de 2007 no fue sólo el ajuste de los precios de las viviendas y la
posterior paralización de la construcción en Estados Unidos, sino que también provocó un
desastre en los mercados financieros internacionales. La reacción en cadena que llevó a la
quiebra a agencias financieras de Estados Unidos y Europa no directamente vinculadas al
crédito hipotecario tiene relación con el proceso de financiación mencionado anterior-
mente, que generó un complejo tejido de capital ficticio que se disolvió en los primeros
temblores de la crisis. Los bancos norteamericanos que habían concedido créditos no los
conservaron esperando a la recuperación gradual del dinero prestado, sino que los
vendieron a otros intermediarios financieros, en la mayoría de los casos a inversores de la
bolsa. A su vez, los bancos de inversión camuflaron estas inversiones de alto riesgo
haciéndolas aparecer como valores financieros sólidos y rentables. En última instancia, la
realización de esos valores dependía de los pagos hipotecarios mensuales de millones de
familias estadounidenses.
Pero además, la especulación basada en hipotecas se volvió más complicada y peligrosa
debido a la intervención en el proceso de todo tipo de inversores financieros: fondos de
pensiones, fondos de inversión, bancos internacionales... quienes a su vez se endeudaron
para comprar estos productos financieros.
Así, cuando estalló la burbuja inmobiliaria y aumentó la tasa de morosidad, la cadena se
rompió en el eslabón más débil: las familias más pobres empezaron a no poder pagar sus
hipotecas. Los valores financieros inmediatamente perdieron su valor y los bancos que
poseían esos valores comienzan a experimentar problemas de dinero disponible e incluso de
solvencia, y todo el castillo de naipes se desmorona en el transcurso de unas pocas semanas.
La amplitud del colapso financiero fue enorme y llevó a la quiebra a grandes bancos del
sistema financiero mundial. Otros bancos se salvaron gracias a la intervención estatal. El
Banco de Inglaterra estilas pérdidas financieras en casi tres billones de dólares. La
crisis era tan importante que pronto traspasó los límites financieros para dañar gravemente
la economía real de las grandes potencias. El colapso de la industria de la construcción,
por solo, ya era un golpe muy serio para la economía de algunos países, entre ellos
España. Y a eso se sumó otro hecho importante: las empresas financieras experimentaron
problemas por falta de dinero disponible. Eso y el hecho de que cada una de ellas
desconoce el monto de las pérdidas de las restantes instituciones financieras provocó el
resultado de limitar el otorgamiento de créditos. Los bancos dedicaron su riqueza a
solucionar los agujeros de sus balances, y los que son solventes no se atreven a prestar
dinero a otros bancos en los mercados interbancarios, ni a empresas ni a familias.
El crédito es un elemento esencial para el funcionamiento de la dinámica productiva. El
colapso del crédito bloquea el comercio, la inversión empresarial y el consumo; todo en
conjunto paraliza la producción económica, principalmente para aquellos sectores
económicos que no sólo dependen del crédito para su funcionamiento sino que también
dependen de él porque alimenta el pedido de sus productos por parte del público. Tal es el
caso de la industria del automóvil, muy importante en la economía española, que viene
experimentando un gran descenso de sus ventas desde hace varios años.
Parece que, además de repentinos, los efectos de la crisis también serán duraderos. No se
prevé ninguna solución a la situación actual para los próximos dos años. El más duradero
de estos efectos será sin duda el desempleo, que en lugar de disminuir, seguirá
aumentando durante los próximos años (según la opinión de los expertos económicos en el
año 2008). Y también se prevén congelaciones salariales. En el momento de escribir este
artículo (a finales de 2010) el gobierno español está preparando un plan de trabajo con
más disposiciones contra los derechos de los trabajadores; entre esas disposiciones está el
aumento de la edad de jubilación hasta los 67 años.
Los directores de las grandes empresas financieras, que se hicieron extremadamente ricos
durante la generación de la crisis y que son los culpables de la crisis misma, mantienen sus
ingresos “blin dados durante la crisis. Por ejemplo, en el año 2007 los salarios de los
presidentes de las 16 empresas financieras estadounidenses más afectadas por la crisis
alcanzaron la suma de 334 millones de dólares, un 30 por ciento más que la suma
correspondiente del año 2005. Esas mismas empresas despidieron a 80.236 empleados y
funcionarios durante los os 2007 y 2008. En España, los ingresos de los consejos de
administración de los 15 mayores bancos ascendieron a 115,7 millones de euros en el año
2008. Además, las 27 empresas españolas con mayor disponibilidad de efectivo tienen un
blindada su alta dirección, es decir, 284 altos directores disfrutan de una garantía según la
cual percibirán entre 2 y 5 años de salario en caso de despido.
Durante las últimas décadas, la retórica del liberalismo estuvo por todas partes y dominó
justificando y legitimando la ofensiva contra el mundo del trabajo y los ataques contra los
derechos de los trabajadores. Pero ahora, con la crisis, el capital olvida rápidamente ese
discurso liberal y exige, para su beneficio y servicio, la ayuda y la intervención del
Estado. La intervención estatal, insultada y rechazada cuando se hace para promover
servicios sociales o bienes públicos, es ahora extremadamente necesaria para salvar a
aquellas instituciones financieras que se enriquecieron mucho durante la burbuja
especulativa. Esas disposiciones intervencionistas adoptadas por gobiernos favorables al
liberalismo constituyen una gran hipocresía. Su lema es socialismo para los ricos y
capitalismo para los pobres. Pero eso constituye una lección importante para los
asalariados: cuando hay voluntad política, cualquier gobierno encuentra los medios para
tomar medidas enérgicas de intervención en la economía. Ante esa realidad, cabe
preguntarse: ¿por qué se toman estas disposiciones para salvar a los bancos que
provocaron la crisis, y además sin siquiera imponerles un cambio de política, y no para
hacer frente a las necesidades básicas y garantizar la defensa social de las víctimas
inocentes de la crisis?
La intervención estatal en relación con la crisis registró dos fases. Primero, se hicieron
donaciones monetarias masivas al sistema financiero internacional para enfrentar los
problemas que tenían las instituciones financieras acerca de la disponibilidad de dinero.
Pero desde septiembre del o 2008 se constató que los problemas financieros no lo se
debían a la falta de disponibilidad de efectivo (capacidad para afrontar pagos a corto
plazo) sino también a la falta de solvencia (capacidad para cumplir con el pago de las
deudas basadas en sobre el patrimonio de las empresas). Entonces los gobiernos de las
principales potencias económicas empezaron a trazar colosales planes de rescate
económico. Estados Unidos puso en marcha un plan de rescate con un coste de 3 billones
de euros, Gran Bretaña 661.000 millones, Alemania 550.000 y Francia 390.000 millones
de euros. El coste del correspondiente plan de rescate español fue de 320.000 millones de
euros. Estos planes se aplican, aunque en distinta medida según los países, en cuatro
ámbitos: compra de bonos de titulación hipotecaria a bancos con problemas de solvencia,
garantía estatal de los préstamos concedidos por las entidades bancarias, "nacionalización"
del sistema bancario y, ya en la última fase, fuertes planes de inversión pública e
infraestructura, y planes de reactivación de la producción. Estos planes constituyen una
transferencia colosal de rentas del erario público (que se financian, principalmente, con
impuestos sobre el trabajo) a las instituciones financieras, sin ninguna garantía de
reembolso posterior. Esa ayuda a los bancos es incondicional; La ayuda financiera no se
otorga a cambio de una garantía de que los bancos financien a los sectores laborales y a
las familias que necesitan disponibilidad de efectivo. Las nacionalizaciones bancarias y
las transferencias de fondos no significan un control efectivo de los bancos por parte del
Estado (al que, por ejemplo en Estados Unidos, no se le permitiría participar en las
sesiones de los consejos administrativos de los bancos nacionalizados). En Europa, las
transferencias de fondos a los bancos por parte del Banco Central Europeo se realizan a
cambio de títulos activos que no están libres de riesgo. Y todas estas operaciones se llevan
a cabo de una manera nada transparente para el público a pesar de que se trata de dinero
público. De esta manera el Estado interviene socializando las pérdidas a favor del
rentismo financiero y sin embargo no había intervenido de antes para socializar las
ganancias (por el contrario, anteriormente el Estado había reducido los impuestos del
capital). Aquellos colosales planes de rescate con dinero público se llevaron a cabo sin
ninguna compensación que constituyera un escudo para los asalariados contra la crisis, y
al mismo tiempo demuestran la existencia de recursos financieros suficientes para tomar
este tipo de prestaciones si hubiera voluntad política en los gobiernos para hacerlo.
Las contradicciones del capitalismo neoliberal, cada vez más explosivas, se manifesta-
ron regularmente desde mediados de los años 90 con seis crisis en 20 años: crisis mexi-
cana en 1994, crisis asiática en 1997, crisis rusa en 1998, crisis argentina en 2001, crisis
de burbuja de Internet en 2001, crisis de los créditos de alto riesgo (subprime) en el año
2007... El sistema de poder Dólar-Wall Street ha conseguido hasta ahora desviar las
crisis hacia la periferia del capitalismo gracias a su control del funcionamiento finan-
ciero internacional
. S
in embargo
,
la crisis actual es cualitativa
m
ente
m
ás grave porque no
es la periferia sino el corazón
m
is
m
o del siste
m
a capitalista
m
undial el que se ve afectado
.
Es muy difícil predecir las consecuencias futuras de la crisis actual, pero muchos
análisis parecen coincidir en que podemos estar entrando en una segunda depresión del
capitalismo mundial con consecuencias geopolíticas y sociopolíticas incalculables. Se
puede pensar que las contradicciones inter-imperialistas entre los distintos bloques de
poder regionales, en áreas terrestres como el Cáucaso, Oriente Medio, América
Latina... que se concretaron después del fin de la Guerra Fría, podrían intensificarse
como resultado de la crisis. Las crisis capitalistas exacerban las contradicciones entre
las clases sociales y conducen a situaciones de gran confrontación política. Por lo tanto,
no debemos ignorar la posibilidad de que una creciente inestabilidad social lleve a
importantes sectores de la clase dominante a optar por soluciones autoritarias y
reaccionarias. Muy pocas crisis capitalistas han generado alternativas progresistas. Por
el contrario, generalmente llegaron a alternativas dictatoriales e incluso totalitarias.
Pero quizás el gran problema del capitalismo no sean sólo las contradicciones internas
como sistema económico aislado de su relación con la naturaleza. Este sistema no pue-
de excluirse de las condiciones y límites impuestos por el planeta. Como es sabido, las
clases superdominantes realizan una verdadera ofensiva para lograr un salto en la tasa
de beneficio de manera estable y, aunque en algunos períodos logra recuperar la tasa de
ganancias, nunca logra el objetivo de mantener la tasa de interés del capital de forma
estable. Cada paso hacia este fin mejora la situación de la clase capitalista, pero sólo a
cambio de alguna nueva contradicción. El capitalismo es un sistema que se ahoga en
sus propias contradicciones; pero, como afirmó Lenin, ninguna crisis es insoluble para
las clases dominantes, mientras mantengan su control sobre los principales medios de
producción y sobre el aparato del Estado. Dependiendo de sus fuerzas, el capital siem-
pre encuentra, tarde o temprano, formas de reanudar su acumulación, incluso a través
de nuevas guerras, una creciente desigualdad, mayores daños al medio ambiente natural
u otros desastres. No es posible imaginar el escenario del “colapso final del capitalis-
mo” bajo el peso de sus propias contradicciones; sólo la construcción consciente de una
alternativa eco-socialista por parte de la mayoría del pueblo puede derrocarla y empren-
der algún tipo de salida a la crisis de civilización en la que se está ahogando el planeta.
El gran problema del capitalismo es que la incesante acumulación choca con los
limitados recursos que ofrece nuestra Tierra. La creciente “huella ecológica” de los
países más desarrollados apunta al fin del crecimiento constante. La presión, a escala
global, sobre los recursos existentes excede, ya ahora, lo que la Tierra puede soportar y,
por lo tanto, no debemos pensar tanto en medidas macroeconómicas, como el PIB
(Producto Interno Bruto) o el PNB (Producto Nacional Bruto) como en el origen de la
generación de necesidades: los recursos naturales. Hasta ahora se ha debatido si el
crecimiento constante podría distribuirse de diferentes maneras. Pero, por el momento,
el tipo de necesidades atendidas y la forma en que se cubren requieren una cantidad de
recursos naturales que van más allá de la capacidad del planeta.
E
n otras palabras
:
no son las
m
edidas a
m
acro
-
escala las que nos dicen el ta
m
año del pastel
distribuible
,
sino los recursos naturales de los que surge ese pastel
. U
na huella ecológica
mayor que la bio-capacidad del planeta nos dice que el pastel para las generaciones fu-
turas será
m
enor
. Y
ta
m
bién nos dice que la acu
m
ulación per
m
anente no es posible
,
aunque
los países más ricos y poderosos podrían lograrlo. Y si algunos países mantienen el
creci
m
iento econó
m
ico
,
esto ocurre a costa de la bio
-
capacidad de otros territorios o de las
generaciones futuras
. S
i el pastel no puede crecer
, ¿
podrá la hu
m
anidad co
m
partirlo con el
resto de especies con las que comparti
m
os el planeta
? Y
sobre todo
, ¿
podrá la hu
m
anidad
repartirlo por igual entre todos los pueblos de la Tierra? Quizás sí, pero parece que un
sistema económico cuya principal tendencia es la consecución del mayor beneficio
privado posible en un marco de competencia general y que no es capaz de poner orden
o racionalidad en la cobertura de las necesidades sociales no puede hacerlo.
El gran aumento del precio de los alimentos básicos, especialmente importante en el
primer semestre de 2008, amenaza directamente la vida de cientos de millones de seres
hu-manos. Primero aumentaron los precios de los metales y los del sector energético.
Después, el precio de los alimentos subió considerablemente. En el transcurso de un
año, entre 2007 y 2008, los precios del arroz y el trigo se duplicaron y los del maíz
aumentaron en un tercio. De repente, el 27 de marzo de 2008, el precio del arroz, que es
el alimento básico de la mitad de la población mundial, aumentó un 31 por ciento. Más
allá del cambio climático o de las importaciones desde China e India, la crisis
estructural del sistema y el neoliberalismo tuvieron otra expresión en la llamada “crisis
alimentaria”. Según algunos gobiernos y para muchas empresas transnacionales, el
problema energético podría resolverse mediante la producción de agro-combustibles y
para ello se drenaron cuantiosos fondos destinados a ese sector de producción,
sacándolos de su destino como alimento. Pero eso explica sólo una parte del aumento
de los precios. La otra parte se genera por la especulación sobre los productos agrícolas,
así como por la política agrícola impuesta por los organismos internacionales. En
relación con la especulación, ya después de la explo-sión, en el año 2001, de la burbuja
de las empresas tecnológicas, pero sobre todo desde la crisis de las hipotecas de alto
riesgo, que explotó en Estados Unidos durante el verano del año 2007, la los
inversionistas de capital se retiraron poco a poco del mercado de valores e invirtieron
en el sector de productos agrícolas y combustibles, como espacios probables para la
consecución de grandes ganancias. Es evidente que los países de la periferia del sistema
están muy indefensos ante la crisis alimentaria, porque la política impuesta por el
Fondo Monetario Internacional
y el
Banco Mundial
desde la crisis de la deuda los
privó de la protección necesaria. Esa política dispuso: reducción de las superficies
dedicadas al cultivo de alimentos, especialización en uno o dos productos de
exportación, anulación de los sistemas de estabilización de precios, abandono de la
autosuficiencia en cereales, reducción de la reserva de cereales, debilitamiento de la
economías a través de una especie de gran dependencia del desarrollo de los mercados
globales, una fuerte reducción de los presupuestos sociales, la desaparición de los
subsidios a las producciones básicas, la apertura de los mercados y la competencia
desleal de los pequeños productores locales contra las empresas transnacionales...
P
or otro lado
,
aunque los
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ites que i
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ponen los recursos naturales a la acu
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tante son una realidad que afectará el desarrollo del propio siste
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,
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es abundante se convierte en un bien muy rentable. Así, en el futuro diversos recursos
naturales sen objeto de privatización con el objetivo de rentabilizar deter
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inados espa-
cios
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onsideremos, por eje
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plo, el caso del agua
,
que será uno de los grandes proble
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del siglo XXI y que ya es objeto de fuertes presiones para su privatización y problema
en algunos lugares.
E
l neoliberalis
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o
,
con el objetivo de recuperar la alta tasa de beneficio
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agudi las contra
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dicciones del capitalis
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o y no fue capaz de construir un período de acu
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y generación de ganancias
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pero
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ientras tanto atacó dura
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ente las conquistas sociales de
épocas anteriores en lo que puede considerarse una especie de fuga hacia adelante
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ás
,
exacerbó la lógica irracional del capitalis
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o en su relación con la biosfera
,
acelerando el
proceso de degradación del
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biente natural
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ste siste
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ani-
dad en una crisis global que pone en peligro la supervivencia de la humanidad misma.
Muy pocas crisis capitalistas han generado alternativas
progresistas. Por el contrario, generalmente llegaron a
alternativas dictatoriales e incluso totalitarias.
El gran problema del capitalismo es que la ince-
sante acumulación choca con los limitados recur-
sos que ofrece nuestra Tierra.
L
a i
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portancia de la crisis actual pone en la agenda
,
en primer lugar
,
la necesidad de organizar la
resistencia frente a las disposiciones antisociales preparadas por los expertos financieros
. S
e deben
to
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ar todas las iniciativas unificadoras posibles para re
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ovilizar la sociedad tanto como sea posible
.
P
ero la resistencia no es suficiente, es más necesario trabajar por la construcción de alguna
referencia anticapitalista portadora de un proyecto de sociedad alternativo y coherente, capaz de
aportar a las batallas objetivos y demandas que sean al mismo tiempo radicales y factibles.
Así, para quienes quieran afrontar el problema social planteado, se presenta una doble tarea: por
un lado, preparar batallas de resistencia, lo más integrales y unificadas posible. Y por otro lado,
construir un referente anticapitalista claramente definido y con total independencia política en
relación con los gobiernos social-liberales y las fuerzas políticas que los apoyan.
En consecuencia, se proponen algunas disposiciones urgentes que deberían constituir la base de
una alternativa progresista y anticapitalista a la crisis contemporánea. Disposiciones que sólo
podrían imponerse gracias a algún movimiento social unificado que cambiara por completo la
actual relación de fuerzas. Disposiciones que son fruto de una coincidencia real en las batallas y
resistencias que se están produciendo: contra el cierre de empresas, contra la privatización de la
educación y la sanidad...
Otras disposiciones son posibles ante de la crisis, a favor de la mayoría social. Con la crisis
quedó claro que las políticas neoliberales constituyen un fracaso colosal. Nuevamente dos cosas
son esenciales y deben ser consideradas: la distribución de la riqueza y la cuestión de la
propiedad.
Defender a los trabajadores. El punto de partida de la urgencia social: defender los puestos de
trabajo contra el despido, crear trabajo público, aumentar los salarios, frenar las privatizaciones.
La crisis no la deben pagar los trabajadores, sino los capitalistas. Hay que salvar a la gente, no a
los bancos. Este es el objetivo más básico y esencial: defender las condiciones laborales y las
condiciones de vida de millones de trabajadores afectados por la crisis.
Uso de dinero público. El dinero público debe utilizarse para crear empleos dignos para los
desempleados y promover servicios públicos de alta calidad para la población que los necesita
ahora más que nunca. Para ello es necesario rechazar decididamente el Pacto de Estabilidad y
Crecimiento impuesto por Bruselas.
Origen de los medios. Primero, explicar que hay recursos, como lo demuestran los planes de
rescate implementados para los bancos. Es una cuestión de voluntad política controlar el uso de
los recursos disponibles. Además, los Estados deberían promover de manera coordinada alguna
reforma del sistema tributario encaminada a su progresividad (impuestos más altos para las
fortunas más altas), luchar eficazmente contra los fraudes fiscales e ilegalizar los paraísos
fiscales, lo que permitiría disponer de suficientes recursos públicos.
Sistema financiero público y regulado. Por otra parte, la ayuda financiera incondicional al sector
financiero privado debería ser sustituida por una decisión política a favor de algún sistema
financiero público al servicio de las necesidades sociales que actualmente no están siendo
atendidas, lo que también permitiría financiar la reconversión ecológica de la economía.
Contra las desregulaciones financieras, los paraísos fiscales, el impago de las deudas por parte
de los bancos... También hay que exigir el control de los capitales, el fin del secreto bancario y
comercial, la nacionalización de los bancos sin compensaciones y la creación de prohibición a
nivel estatal. Estas disposiciones deben enmarcarse en una política general que ponga en
discusión el tema de la propiedad privada bancaria y que apunte a la nacionalización completa
de todo el sistema bancario, financiero y crediticio. Sin este control del sistema financiero y de
la economía, los estados no podrían implementar plenamente el papel para el cual fueron
creados. Después de todo, los estados con esos poderes "reales" deberían, a su vez, estar
controlados democráticamente por los ciudadanos, la población.
Sectores con dificultades. Ante la quiebra del sistema bancario o el colapso de las grandes
empresas, si es necesario para salvar puestos de trabajo, el Estado debería intervenir en la
propiedad privada de las grandes empresas, no hay que dudar ni vacilar en hacerlo defendiendo
directamente la nacionalización bajo el control de los trabajadores.
Poner en discusión el tema de la propiedad. No se trata sólo de una nueva distribución de la
riqueza, sino también de un cambio en las relaciones de propiedad. La propiedad privada del
capital y de las grandes empresas debe ser sustituida por la apropiación pública y social
mediante el control de la gestión económica por parte de los trabajadores.
Emprender una nueva regulación de los mercados laborales, que revierta la dinámica de
reducción de precios de los despidos y garantice estabilidad y calidad de los contratos laborales,
debe ser otra preocupación de los gobiernos estatales.
La crisis también es ecológica. Es necesario reconocer los modelos de producción y consumo
para luchar contra el calentamiento climático. Este objetivo requiere una organización diferente
de la política de transporte, de energía, de lucha contra la contaminación y la degradación del
medio ambiente natural en las ciudades y en el campo. También en ese ámbito, el poder público
deberá intervenir, bajo el control ciudadano, para orientar la planificación económica respetando
los límites naturales del clima y del medio ambiente.
Hay buenos argumentos y un fuerte punto de apoyo para defender la viabilidad de las
disposiciones antes mencionadas: los miles de miles de millones de lares y euros transferidos
a los bancos y agencias financieras sólo en el transcurso de unos días, o incluso horas, mientras
las arcas siguen vacías para los asalariados, los desempleados, el pueblo. Hay que invertir la
tendencia de hace 25 años en la distribución de la riqueza, dedicar esa riqueza al empleo, a los
salarios, a la seguridad social, a los servicios públicos y no a la especulación financiera. Por
tanto, muchas cuestiones, temas y demandas pueden pasar de la propaganda a la movilización,
de las explicaciones generales a propuestas concretas, a objetivos de lucha.
Disposiciones de este tipo permitirían revertir el actual ajuste salarial, rechazando así cualquier
lógica económica que, como nos recuerda el estallido de esta crisis, es por definición autista en
relación con las necesidades sociales. Además, hoy resulta evidente, incluso para sus defensores
m
ás convencidos
,
la inviabilidad de la fór
m
ula neoliberal de gestión de la econo
m
ía capitalista
. Y,
a su vez, el neoliberalismo no fue más que una respuesta ante el agotamiento de la fórmula key-
nesiana, que se desplocon la crisis de los años 70. Ambos elementos: el hecho de que la cri-
sis demuestre explícitamente la indiferencia de la lógica capitalista en relación con las necesida-
des sociales
,
y al
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is
m
o tie
m
po el hecho de que la crisis obligue a esa lógica de buscar una for
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a
alternativa de gestión
,
actualiza la necesidad de algún tipo de lucha contra el proyecto capitalista
.
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